Cuando Katia conoció a Gerard le atrajo que él fuera un artista y que luchara por vivir de su pasión, él a duras penas podía sobrevivir con lo que ganaba y decía que este mundo no entendía su talento. Katia tiene un trabajo estable como secretaria de dirección y pensó que con un poco de estabilidad y con su ayuda todo sería más fácil para él, así que al poco tiempo de conocerse le propuso vivir en su casa. A Katia le daba pena que Gerard no pudiera vivir de su vocación.
Desde el inicio de la relación ella se hizo cargo de la economía familiar, y también se ocupaba de las compras, la casa y la hija que tienen en común porque ella pensaba que él necesitaba estar tranquilo para poder crear.
Al principio Katia se sentía bien de poder ayudar a Gerard y de darle la estabilidad que ella creía que él necesitaba, pero la realidad es que él no apreciaba todo esto como ventajas sino que sentía que no podía salir adelante por sí mismo, se sentía inútil, y cada vez hacía menos para conseguir vivir de su profesión; al mismo tiempo Katia se fue sintiendo cada vez más enfadada con Gerard, lo acusaba de egoísta y se quejaba constantemente de todo lo que ella hacía por ellos.
Katia y Gerard juegan los roles del triángulo dramático descrito por Stephen B. Karman, están atrapados en el drama sin saber cómo salir de él. Los roles que se juegan en el triángulo son los de perseguidor, víctima y salvador/a[1].
En el artículo escrito por el psicólogo Daniel Borrell se puede profundizar sobre este tema:
http://www.quantumpsicologia.com/2011/06/19/el-triangle-dramatic/
Así tenemos que es posible jugar tres roles diferentes y que aunque nos identifiquemos más con uno de ellos, vamos cambiando dentro del triángulo dramático como en un carrusel.
A este triángulo también se lo denomina el triángulo de la supervivencia porque en la infancia asumimos estos roles para poder sobrevivir emocionalmente, en los tres roles el intento de la persona es conseguir afecto, pero es un intento equivocado.
Cualquiera sea el rol que inconscientemente se represente, la persona se acabará sintiendo mal, porque habrá entrado en un juego emocional.
Las características del salvador son:
¿Pero por qué actúa así el salvador?
El salvador en este tipo de interacción genera problemas con las otras personas, con su actitud incentiva el egoísmo de la víctima y al mismo tiempo la convierte en dependiente de él. Por otra parte, con su intervención, el salvador no permite que la víctima desarrolle sus propios recursos, ya que daña su iniciativa.
Como es de esperar esta dependencia provoca ira y resentimiento en la víctima, pero también en el salvador, ahora veremos por qué.
La ayuda que da el salvador no es auténtica, él siente que los otros lo necesitan, que la víctima no sabe o no puede pedir ayuda, ni resolver sus problemas, por eso asume la responsabilidad de solucionar los conflictos de la víctima, pero el salvador se queja constantemente de sus esfuerzos.
Como el salvador prioriza las necesidades de los otros por encima de las suyas propias, en muchas ocasiones, se obliga a hacer cosas por otros aunque no le apetezca hacerlo. Si no lo hace se siente culpable. Y aunque se sienta agotado en este rol, sigue esforzándose pero culpando a los otros de ser egoístas y desagradecidos.
También actúa por la necesidad de sentirse superior, cuando se responsabiliza de los problemas de otros no tiene que estar por sus propios problemas, evita hacerse cargo de su propio sufrimiento.
Como Katia en el ejemplo anterior, el salvador se cansa de ayudar, se queda sin fuerzas y culpa a quien salvó, todo eso genera ira en ella pero como no asume su responsabilidad en la dinámica, culpa a la víctima de su agotamiento.
De esta manera, el salvador se convierte en perseguidor, haciendo girar el carrusel.
Diferencia entre el salvador y el que ayuda sanamente:
Alternativas al triángulo dramático
Para poder cambiar estas dinámicas y salir del triángulo dramático, el salvador puede pasar del rol de salvador a un rol de ayudador empático:
Laura López Galarza
Psicóloga Santiaria Col.legiada 17148
Bibliografía
Berne, E. Juegos en que participamos, la psicología de las relaciones. RBA libors, 2007.
Camino V, Ll. El triángulo dramático de S. Karpman, aplicaciones prácticas. Barcelona, 1998.
Steiner, C. La educación emocional, una propuesta para orientar las emociones personales. Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 1998.
[1] En adelante se usará el masculino genérico.